Sobran los medios de conseguir una meta social, (irreversiblemente), cuando la necesidad no es factible y las circunstancias propicias traspasaron ya la inconfundible raya del horizonte, -barrera imperecedera de toda vida humana- dejándome sumido en la vera gris al pié de una montaña fría, desnuda y permanente en cuanto al arrullo de la paz que sabe acoger en una caricia lejana y sutil el alma lacerada del peregrino agredido, olvidado, odiado, celado y castigado, relegado al olvido de su cansado andar, ultrajada, sólo la mejilla izquierda por que la derecha asaría la mano que la rozara, permitiendo entrever la penosa bajeza y arraigada cobardía de los mejor favorecidos por un puñado de monedas y la loca fortuna de vientos oscuros ancestrales; indeseables, a plena luz, -naturalmente- para los caminantes que levantan la mirada en cada uno de sus pasos, hacia las colosales puertas védicas de su destino final.

En el umbral de tan portentosos niveles mueren las perversiones humanas ...Después...

Domingo Báez Solís